la mesa está servida y los amigos
con sus risas de oro,
se acercan a las sillas.
Los vinos se despiertan
de su sopor antiguo
y la noche va entrando
en su esfera más cálida.
Las palabras se encienden,
las miradas navegan
sin rumbo entre las copas,
y el tiempo se detiene
en el mismo horizonte de los labios,
embriagado de aromas y colores.
A la puerta golpean
la soledad, el miedo y la intemperie.
pero nadie los oye.
¡Tan intensa la música
que dejan en el aire los sueños compartidos!
Carlos Aganzo, Las voces encendidas (Visor 2010)
dedicado a los amigos, que valen su peso en oro
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